CHRISTINA ROSENVINGE


Un hombre rubio, de Christina Rosenvinge, por Javier Herrero (PAM – EFE)

Puede que una de las características más sobresalientes e interesantes de Christina Rosenvinge sea haber progresado por una vía firme pero asimétrica, con discos destacados como Mi pequeño animal (1994), Tu labio superior (2008) o La joven Dolores (2011). En concreto, el jurado del Premio Nacional de Músicas Actuales que este mismo año le fue otorgado destacó “el potencial emocional de su obra y su proceso de búsqueda de una personalidad musical propia”. No parece casual que la concesión haya coincidido con la publicación este año de uno de sus álbumes más arriesgados, “Un hombre rubio”, inspirado por su padre y escrito desde la perspectiva de la masculinidad como cárcel, en cuanto bloqueo de la expresión de fragilidad y emociones. Un guiño al cante jondo que cimentaba el universo lorquiano, tan del gusto de su progenitor, ejerció como perturbadora carta de presentación. Se trata de Romance de la plata, que escribió de forma impulsiva la noche en que se cumplían 26 años de la muerte de aquel, cuando Rosenvinge tenía 26 años precisamente. Desde allí hizo brotar una nueva colección de canciones producidas por ella misma, complejas, pero nunca insustanciales.