Cuelga Carlangas su gorra en la percha del árbol que hay cerca de la noria y coge su escopeta para derribar palillos.
El jolgorio de la orquesta y éxtasis del licor café ha modelado miles de almas en las fiestas gallegas, que son las verdaderas.
Infinita imaginación para vivir en la quinta provincia de Torrente Ballester, allí donde los cartógrafos no llegan. En el clímax patrio, Novedades Carminha, buscándose a sí mismos, han sacado el mapa del Caribe y con varita mágica del baile han señalado un punto. Así, dando espacio a las canciones, y dejando que las caderas de los instrumentos se muevan, viajaron al centro del groove. Allí han descerrajado el centro de gravedad de las articulaciones de la juventud española que sabe perrear, pero no bailar. Y con flema gallega, sueltan sudokus de dardos, y entre reggae y otros deleites de la franquicia jamaicana, sueltan ingenio con incendio de queimada.
Sus letras miran por la rendija de un cuarto de baño, acechan en el confesionario de azulejos de los almacenes de los bares, miran sin ser mirados.
Dicen verdades con la lagartija escueta del lenguaje. Y recogen su premio en la caseta de tiro.