Lo que me falta. Soleá Morente
Un disco concebido y tejido a lo grande, con un equipo generoso (producción, músicos, compositoras, invitados…) donde Soleá nos regala un repaso por la indie rumba y el fake drama dependiendo de si hay alegría o dolor. Y es que Soleá se acerca a los dolores desde un tipo de drama actual, teatral, con el mismo desenfado con el que lo harían Pimpinela: drama sí, angustia no. En un estilo en el que han existido voces portentosas (María Jiménez, la primera Rosario Flores o incluso Camela), Soleá no cuenta con una herramienta vocal tan apabullante como esas otras artistas, así que tira de recursos que proceden del pop y escoge lo que mejor sienta a su voz para salir airosa. Menos ortodoxa, por momentos, que otras artistas, en cuestiones de afinación, emplea desparpajo, sentido del humor y mucha cercanía para llevarse el disco a su terreno.
Pero, lo que abunda en este disco es una dosis generosa de rumba catalana, ocasionalmente pintada con algunas guitarras eléctricas más “noise” que “indies” que añaden un color distintivo sin estar nunca fuera de sitio. Aunque esas guitarras no ocupan un gran plano de volumen en cuanto a presencia, destacan precisamente por la misma razón que se ve punto rojo en un cuadro de grises, por discreto contraste.
Hay varios momentos cumbre. “No puedo dormir” es una pieza abolerada que Soleá
-como en todo el disco- da otro carácter hasta dar un giro de tuerca al género.
En “Coca Cola”, enorme canción, la guitarra de guiños ácidos, a diferencia de otras eléctricas del disco, ya no es mera pincelada decorativa sino parte estructural de la canción. Es el momento en el que los dos mundos (el de las guitarras flamencas y las eléctricas) se unen con más acierto y abren una fértil línea musical para recorrer.
Es en “Pero es de noche” cuando tira del hilo más “Omega” y, apoyada en dueto con su hermano Kiki, crece hasta el infinito. Para que todo quede en familia, hacia la parte final del tema, toma del tango -flamenco- de su padre, “Aunque es de noche”, los versos de San Juan de la Cruz. Es la canción que verdaderamente hace de contrapeso a todo el festejo desatado y alegre del álbum. Cumple esa función mejor que “Condiciones de luna” que es una densidad donde Soleá se ahoga algo más.
Es este disco hay tanto de todo, y aporta tanto tanta gente -como en los buenos discos-, que a Soleá no le falta nada. Ni nadie.