¿Qué se puede decir de este álbum? ¿Qué podemos añadir? ¿Hay algo que no haya dicho ya el New York Times o Pitchfork?
La paleta de sonidos, la inventiva en la vocalización, el derroche de ingenio en todos los temas es tan apabullante que se necesitaría tiempo para comentar cada canción.
El álbum pasa a toda velocidad por la bachata, el dembow, el bolero o esas piezas de aire jazzistico al estilo de los primeros discos de Björk. Ofrece una producción tan completamente minimalista, que el proceso es comparable al que hicieron los cubistas a comienzos del siglo XX: evita la perspectiva tradicional, coge elementos de múltiples lugares, forman collages y deja única y exclusivamente lo esencial. Cuando lo esencial es tan sólido como las canciones de este disco, es cimiento y edificio al mismo tiempo. Y como sucedió con el cubismo, de este álbum surgirán unas nuevas corrientes. Ya no hay disco moderno que se pueda hacer sin pasar previamente por “Motomami”.