03/01/2024
Arranca como QOTSA y termina a lo NIN. En el medio de despliega todo un universo que, por momentos, camina sobre un fino tan hilo que se acerca al Scott Walker de Tilt. Así de tremendo es este álbum, que oprime y libera al mismo tiempo. Como la vida misma.
Apunta en tantas direcciones y con una riqueza tímbrica tan amplia que el propio sonido es la canción, como un cuadro de Täpies en el que la materia también es el tema. Sábanas de guitarras, camas de sonidos, sintetizadores, percusiones que susurran, sintes que golpean y una voz en suspiro de serpiente flotando en de un bucle de drones rítmicos. Múltiples piezas robadas de aquí y allí para formar poliedros que hay que escuchar una y otra vez porque uno es incapaz de asimilar en una sola dosis tanta belleza con sus alas abiertas. Hasta aquí, la poesía.
En el terreno formal, “Máquina” es un trabajo formidable de construcción, de planos, ecos, equilibrios y combinaciones de sonidos. Está tan bien conseguido el cuadro total que la voz se entiende sin que esté alta porque la tormenta de sonido abre un fino desfiladero para que la voz entre y avance sin temer que imponerse a base de volumen.
Si “Yesterday” fuese un cuadro, sería un Rafael. Si “Máquina” fuera pintura, sin duda, sería un Rothko. Como él, Havalina evita el recurso fácil de la combinación de colores y acordes complementarios y no llenan el lienzo sonoro con un gran brochazo sino a base de pinceladas que se superponen. Así, aplican una sobre otra hasta que crean un universo con nuevas leyes de la gravedad. Han retorcido el ruido hasta convertirlo en sonido y han convencido a la máquina para que sea humana, demasiado humana.