03/01/2024
Ahora sí. Cuando parecía que podían empezar a hacer el mismo disco, Cala Vento han dado un giro total. O casi. Porque sí, mantienen esq batería deslumbrante, atronadora, ingeniosa y repleta de furia e imaginación. También sigue el tono vocal, pero esta vez presenta unas líneas melódicas mucho más cercanas al pop, lo que cambia es que hay espacios, muchos espacios. Donde antes había muro, ahora hay aire.
El disco es heterogéneo, tanto que ahora se encuentran en un amplísimo rango que puede estar entre Aina y los Pignoise más acelerados (dicho esto como un elogio, la facultad para la melodía triunfal y victoriosa siempre es bienvenida), y sí, entre medias hay mucho más.
El cambio queda simbólicamente señalado con las colaboraciones. Por un lado, el disco se abre con la colaboración de Gospelians de Girona, que significa el cambio, es la canción donde abren la ventana de las guitarras para que entre la luz y el aire. Luego está Amaral, que representa su parte más melódica con ella espectacular en las segundas voces. Este tipo de uniones, entre artistas mainstream con otros más underground, se llevan produciendo hace más de una década en España y muestra un necesario cambio en la música y en la relación entre bandas donde hay más puntos en común que divisiones. Los antiguos bandos ya no están tan claros y ese intercambio es una simbiosis ideal: a los grupos vendedores les puede ofrecer un ansiado prestigio y a las bandas más minoritarias les proporciona una mayor dimensión popular. Y, al menos en este caso, da un gran resultado. La tercera colaboración es la de Gorka Urbizu (con Cala Vento también cantando en euskera), que expresa la continuidad, el orgullo de origen y el hecho de hacer y tocar las cosas de una manera muy determinada. Construyen una casa, sí, pero prefieren arder antes que oxidarse.